Galicia de Pesca: Día inolvidable de lubinas

No pensé que podría tener un momento de pesca así, parecía que la planificación estaba consolidada como eje fundamental para intentar obtener un buen resultado, como una parte necesaria y prioritaria de un plan de pesca. Nada más lejos de la realidad. Después del trabajo y un breve viaje en el que al pasar por un punto de la costa me pareció ver el mar movido y espumado, con olas no muy grandes, me lo pienso, miro la predicción y la tabla de mareas y me animo para ir a echar unos lances en un día gris, ya eran las 18:00 h.

Rápidamente cojo el equipo y voy a ver con qué me encuentro en el pedrero. Primer lance media hora más tarde … qué bien estaba la mar, no hacía nada de viento y la lluvia amenazaba con hacer acto de presencia. Al mismo tiempo, no se podía despistar uno porque en ocasiones venía una ola que me podía dejar empapado.

A los pocos lances con minnow, concretamente el Shimano Silent Assasin de 160 mm y 32 gr, tirón en seco y en muy poco tiempo con ayuda de las olas primer robalo, 3 Kg. Sigo unos pocos lances más y me desplazo unos metros. En esta ocasión al primer lance otra picada brutal, seca y seguida de tremendos cabezazos y carreras que me hacen mirar un par de veces la bobina del carrete. Una vez fuera también con ayuda de una ola el robalo pesó 4 Kg. No me lo podía creer. Son las 19:00 h y tengo dos robalos. No hay nadie al alcance de mi vista, qué raro, si por aquí siempre pasa gente, si no es pescando es paseando o simplemente viendo el mar. Tomo aire porque no daba crédito a la situación. Compruebo la línea, los nudos, la grapa … todo en perfecto estado y sin síntomas de haber sufrido el mínimo roce. Me vuelvo a desplazar unos metros y a los pocos lances de nuevo otra sacudida seca brutal … una leve carrera y más peso que se dejaba venir a la rompiente con casi excesiva facilidad. Éste pesó 5 Kg y ya era algo que no podía asimilar en ese momento, me decía qué pena no estar con alguien para poder compartir todo aquello que estaba sucediendo. Empieza a llover levemente y me planto. No lanzo más. Me voy a casa a disfrutar con la familia de la pesca. Mañana será otro día.

Reflexionando más tarde ya relajado en casa, llego a una conclusión: es cierto, ya me sucedió más veces en las que prácticamente fui a pescar por ir a ver el mar, simplemente por oler el salitre, por hacer unos lances, sin ningún tipo de previsión ni planificación la noche anterior y llevarme alguna sorpresa en forma de lubinas.

¡Hasta la próxima salitrada!

Juan C. Lorenzo

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *